martes, 27 de marzo de 2012

PALOMA POLO: POSICIÓN APARENTE



PALOMA POLO: POSICIÓN APARENTE
MNCARS: 26/01/12-23/04/12
(publicado originalmnete en 'arte10.com': http://www.arte10.com/noticias/index.php?id=410)

Dentro del programa ‘Fisuras’ del MNCARS, Paloma Polo presenta su último trabajo, Posición Aparente, con el cual reflexiona acerca de las relaciones entre los proyectos imperialistas y el conocimiento científico para dar cuenta de ciertas trabazones ideológicas e históricas para hacer remitir una posición ‘aparentes’ a un carácter esencial de verdad y, como no, de poder.

La fisura que plantea en este caso Polo es aquella que discurre en el propio núcleo del discurso, de las razones que nos damos –y nos dan- para constatar un hecho como histórico, un acontecimiento con verdadero o un teoría como universal. Lo que hace Paloma Polo es insertar una ruptura en la lógica de los hechos para reactualizar la memoria y desenmascarar los procesos endógenos de una historia como verdad meramente aparente.

¿Qué es un monumento? Un monumento no es otra cosa que un ‘decir’ lanzado desde el presente al futuro consignado en una sociedad siempre por-venir. Un monumento se dice siempre por primera vez, articulando así la sociedad en la que tiene lugar y lanzando ese mismo ‘decir’ a lo insondable del tiempo. Un monumento no dice lo presente, no está en lugar del acontecimiento, no representa el evento, sino que es siempre puro devenir, un evento histórico que no se remonta hacia el pasado sino que, más bien, es hacia el futuro hacia donde se lanza siempre por primera vez en cada caso.

Y es que la historia no se comprende desde el presente, sino más bien desde una específica relación entre pasado y futuro que abre siempre el tiempo a la propia comprensión, interpretación y construcción de la historia. No es por otra razón que decimos que somos sujetos históricos: porque quedamos lanzados por el tiempo hacia una historia siempre por-venir.

Bajo estas hipótesis, el trabajo que presente Paloma Polo en el MNCARS cabe comprenderse como una rearticulación de la Historia en relación con esa dialéctica temporal que, desde el acontecimiento-monumento, transita la triple temporalidad para construir así un sustrato histórico sobre el que elevar una sociedad y una determinada comprensión de la realidad.


Polo parte de un hecho histórico, la expedición del astrónomo Arthur Eddington en 1919 a la isla de Príncipe, situada en el golfo de Guinea, con el propósito de verificar la teoría de la relatividad de Einstein. Habiendo resultado poco o nada fiable las pruebas obtenidas, no existiendo documento gráfico del evento, Polo reflexiona acerca de los mecanismos sobre los que se sustenta el entramado ideológico-conceptual -eminentemente occidental- desde lo que se construye la realidad y la historia: los regímenes de verdad y de explicación, las relaciones colonialistas entre el occidental y el nativo, y el poder de la información como vertebradora de la realidad.

El campo de acción de Polo es por tanto ese lugar interdisciplinar donde la realidad es construida. A medio camino entre las ciencias sociales y la ciencia física, el hombre occidental ha ido creando una serie de asociaciones para legitimar una praxis vinculada de forma originaria al poder.

Lo que propone Polo es un ejercicio tan eficiente como simple de rearticulación del sentido de la historia, de enfrentarse directamente con el caudal de sentido –ahí donde verdad y falsedad se aúnan en un ejercicio de interpretación- para promover una adición más, justo esa que remite a un desenmascaramiento de las redes legitimadoras en que se basa todo acontecimiento histórico. Si la realidad es ideológica, el traer a la presencia el caudal semántico y significativo del acontecimiento nos permitirá desvelar los intereses que se sumaron para articular el sentido de tal evento. Y eso, justamente, es lo que hace de forma magistral Paloma Polo.

El gesto es simple, inocentemente simple si se quiere. Investigando sobe el evento, descubrió que el emplazamiento del monumento, de la placa conmemorativa, difería 700 metros del que debiera haber sido el lugar verdadero. Lo que propuso Polo a las autoridades de la isla es trasladarlo a su ‘original’ emplazamiento.

No supone en ningún caso una representación del hecho original, ni tan siquiera una corrección a la historia. Más bien de lo que se trata es de abrir el caudal temporal de la propia historia y poner otra vez en valor ese carácter de aparente, de falsedad velada, sobre el que todo acontecimiento, de una forma u otra, recala.

Pero si el quehacer artístico se encuadra en la reasignación de sentido –social y político- de lo que ha sido y es la Historia, hacia donde apunta el trabajo de Polo es a un lugar vacío, a una ausencia, en el nexo causal de los acontecimientos históricos. La ausencia del propio experimento –pues sus resultados fueron muy escuetos y ni siquiera existen documentos- remite a una posición determinada -¡y enmascarada!- del hombre y de la ciencia, de la sociedad y del conocimiento que podía generar, de las relaciones de poder que se establecían sobre la comunidad nativa.


Hacía donde apunta Polo es a dejar constancia que todo acontecimiento histórico es un ejercicio violento que dispone las ‘posiciones aparentes’ como verdaderas, apoyando tal enmascaramiento en una construcción de la realidad velada por efectos de poder e ideología -efectos tales que circulan alrededor de un lugar vacío, de una ausencia estructural que prescribe la distancia precisa a mantener con la ‘verdadera’ posición a fin de no quemarse en el intento. Y es que, la ideología funciona así: situando un ‘lugar aparente’ a la distancia precisa para, por una parte, acercarse lo máximo a lo nouménico de la realidad pero, por otra, no caerse en ella y quedar cegado. Porque, de hundirnos en lo nouménico-real, de traspasar la pantalla-tamiz conceptualizada por Lacan, ¿cuánta ‘verdad’ seríamos capaces de soportar?, ¿y cuanta Historia?, ¿y cuánta libertad? Presumiblemente muy poca.

Pero la ausencia con la que trabaja Polo –en esa ficción sobre la que debe quedar amprada toda práctica artística- es con la del propio acontecimiento del año 1919. Y es que todo en la obra de Polo apunta a ese lugar vacío donde el acontecimiento queda silenciado y es necesario la reconstrucción del propio espectador para dejar claro que toda historia es un hecho subjetivo y, como no, aparente. Y es que todo en esta pieza apunta a las posiciones aparentes: la del sol y las estrellas, la de la propia ciencia como lugar de conocimiento siempre ‘aparente’, la de las propias relaciones imperialistas de occidente con las llamadas colonias, la de la propia isla de Príncipe en relación con su pertenencia hasta 1975 a Portugal, la del propio espectador en relación al acontecimiento-experimento y con la propia reconstrucción que debe hacer.

En definitiva, lo acertado en la obra de Polo es establecer una serie de posiciones en relación con sus puntos de gravedad –esa distancia precisa a la construcción ideológica de la realidad- para hacernos ver eso que permanece siempre no-visto y silenciado: lo discursivo de una razón violenta que trata de camuflar lo aparente de toda posición con una cartografía precisa de lo que debe comprenderse que es el ‘mundo’ –y la ‘verdad’ y la ‘historia’.

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