domingo, 27 de septiembre de 2009

UN MUNDO EN COLORES


STEPHEN DEAN: 'OBRA RECIENTE'
GALERÍA MAX ESTRELLA: 17/09/09-31/10/09

Siendo como es Stephen Dean un apóstol de la luz y el color, un profeta del carácter perceptivo del arte asentado en ese aura de sacralidad efímera que consigue operar el milagro de crear espacios de la nada, debiéndosele entender eminentemente como pintor que pinta sin pinceles, este último video suyo grabado en los Sanfermines debe ser incardinado dentro de esa tradición que ya se ha hecho con un lugar de privilegio dentro del arte contemporáneo.
Pintar sin pintar, sin hacer de ello un empalagamiento de los sentidos, una atrofia a la ñoñería de los flexos, las luces de neón y las instalaciones más pretéritas, es desde hace ya tiempo un modo recurrente, al tiempo que eficiente, de remitirse a un minimalismo más pendiente de lo efusivo y festivo de la vivacidad de colores, que a disquisiciones más filosóficas sobre la percepción y la experiencia estética.
Pintura expandida, suele llamarse a estos modos de hacer pinturas sin lienzos y óleos. Porque si el arte se expande llegando a los límites de solaparse con el mundo de la vida, la pintura ni mucho menos puede quedarse atrás aún sin saber muy bien hacia donde se dirige.
Aún con todo, sí puede decirse que el Dean del video Pulse, grabado en el festival de Holi en La India, roza lo asombroso, igual de pertinente es decir que las escaleras con vidrios de colores con que nos ‘deleitó’ en su última muestra en esta misma galería rozaba la anestesia artística. Y es que siempre hay un tiempo para todo, y encontrar el pulso a una enfatización de lo lumínico sin caer en la pasmosa nadería de manpostería artesanal de escuela de primaria, requiere esfuerzo y acierto en grandes dosis.
En este caso, y como decimos, se trata de un video grabado durante un encierro en los Sanfermines de este mismo año con la particularidad de que son solo las tonalidades calóricas las que se nos muestran en toda su gama de coloraciones perceptivas. Así, el encierro deviene una proto masa, un ectoplasma móvil que actúa como un todo variando las tonalidades, principalmente azules, según el grado de calor que se suponga a los diferentes cuerpos.
Como en el famoso anuncio, casi podría preguntarse uno por el color del miedo: ¿de qué color es el miedo? Y la muerte, ¿de qué color es? Muy español y sobre todo muy lorquiano eso de dar colores a los sentimientos más iracundos del ser humano. Pero Dean no va por ahí. Dean parece quedarse en la composición lumínica que determinado evento despide aún sin ser la real. Dean hace depender su paleta cromática de los gestos casi tribales de una masa apuntito de correr los sanfermines en relación directa al grado calórico que el cuerpo exuda y, encantado de haber dado con un ‘nueva’ vuelta de tuerca al impresionismo de Monet, ahí se queda.
Es lugar común de numerosas prácticas artísticas el anular el momento procesual de la obra apoyándose ya sea en lo azaroso de la probabilidad computacional, en la reorganización caótica de determinado sinsentido o en la recurrencia exponencial al carácter derivado y polisémico de cualquier significar. Y es que una vez que lo artístico queda reducido a la idea, lo demás está de más y el artista ni pincha ni corta.
Se nos dirá que la obra logra trascender los límites de la técnica de la termofotografía, que el artista hace de ello un medio y no un fin, que el expresionismo que se documenta está en relación directa con las diferentes estructuras de realidad que pueden articularse merced a la técnica usada. Pero todo, claro está, tiene un límite.



Más que nada porque a poco lince que se sea, la recurrencia en la idea que hace de eje discursivo no suele llevar nunca a buen puerto. Al festival Holi le siguió el carnaval de San Salvador de Bahía y, después de otras varias concentraciones humanas, ahora le ha tocado el turno a los Sanfermines. Ya sabemos que la vida en general y las fiestas en particular están llenas de colores, pero quedarse ahí apalancado, como tibio espectador que registra la realidad con la boca abierta ante el espectáculo sin siquiera mezclarse entre el tumulto, se nos antoja una posición bastante cómoda para un arte que desde luego necesita arremangarse, bajar al ruedo y oler a toro.

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